Yo, Cayo Julio Lacer, maestro constructor de lo que hoy llamáis, el Puente de Alcántara, y en el que mis cenizas, esperando que la tierra me fuera leve, fueron entregadas al Templo que hice construir para el culto y veneración de los dioses y del César.
Obra arquitectónica en la que quise reflejar las tres cualidades que exigía el antiguo Vitrubio a toda edificación: "Firmitas", "Utilitas" y "Venustas", es decir: Firmeza, Utilidad y Hermosura.
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